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OCHO DÍAS
Me levanto, abro el refrigerador, hace ocho días que no lo hacía; todo, hasta nuestra torta de aniversario, se ha añejado. Salgo al patio, me doy cuenta que hace ocho días no retiro la basura ni descuelgo sus camisas ya algo desteñidas por el olvido. Me apresto a tomar desayuno, pero el pan es duro como su ausencia.
Ocho días que mi caminar parece de sonámbula. Ocho días que lo hospitalizaron de urgencia. Allí se detuvo el tiempo y comenzó esta pena, hasta enciendo cigarros que ni siquiera fumo.
Suena el teléfono, me dicen que lo darán de alta. La mano de la muerte se ha ido con su guadaña entre las piernas. Mi deleite cotidiano volverá a irradiar la casa.
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